lunes, 12 de septiembre de 2011

VASO DE PAPEL DESECHABLE (1908, Nueva Inglaterra)



El vasito de papel parafinado o de plástico, que tan útil resulta para beber y tirar, o como recipiente individual para un helado, por mencionar tan sólo dos de sus aplicaciones, tuvo su origen en los frustrados intentos de un hombre por lanzar al mercado un curioso producto: un trago de agua. El trago en sí nunca consiguió popularidad, pero el recipiente desechable de diseño especial que contenía el agua dio origen a toda una industria.

La historia del vaso desechable comienza en el año 1908, cuando un inventor emprendedor, Hugh Moore, produjo un aparato de porcelana, apto para servir un vaso de agua pura y muy fría. Similar a los posteriores depósitos refrigeradores para las oficinas, tenía tres compartimientos separados: el superior para el hielo, el del medio para el agua y un depósito abajo para los vasos usados. Cada aparato ostentaba una placa en la que se leía que nunca volvían a utilizarse los vasos. Lo que se vendía era el agua, el vaso era un accesorio.

En Nueva York, se instalaron varias de esos aparatos en puntos céntricos, donde coincidían varias líneas de tranvía, pero nadie compraba el agua de Moore. Desalentado, éste se preguntaba si sería posible salvar su empresa, recientemente constituida en Nueva Inglaterra.

La oportunidad se presentó en la persona de un funcionario de la sanidad pública, el doctor Samuel Crumbine. En aquellos días, no se bebía agua en la mayor parte de lugares públicos valiéndose de vasos individuales, sino directamente a partir de una taza metálica que rara vez era lavada y jamás esterilizada, y que usaban indiscriminadamente sanos y enfermos. El doctor Crumbine ya había iniciado una ardiente cruzada en pro de una ley que aboliera esos grifos públicos.
El emprendedor Moore y el escrupuloso Crumbine podían ayudarse el uno al otro, porque había un lugar preferente para el vaso de papel desechable.

El clima científico para el éxito no podía adquirir mejor cariz. Aquel mismo año, Kansas aprobó la primera ley estatal para abolir las tazas comunitarias, alegando que la enfermedad se contagiaba a las personas sanas que bebían de la misma taza que utilizaban, por ejemplo, personas tuberculosas. Y un profesor de biología del Lafayette College colocó fragmentos de varias tazas públicas bajo un microscopio y publicó un informe sobre las alarmantes variedades de los gérmenes presentes.

Estado tras Estado, aprobaron leyes que prohibían el uso de las tazas y vasos comunitarios, al tiempo que se recomendaba el empleo de recipientes individuales en los lugares públicos. Ferrocarriles, escuelas y oficinas empezaron a comprar vasos de papel desechables, considerados ahora como símbolos de la salud.




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